No haber nacido.

Hoy es uno de esos días en que un hombre siente que le llegó su período. Uso esa expresión ya que, generalmente, las mujeres en su período se sienten inestables emocionalmente y quieren matar a todos; sobretodo a ellas mismas: clavarse un cuchillo en el útero. Pero yo no vine a hablar sobre la menstruación. Hoy vine a desahogarme porque me he puesto filosófico. Ese pensamiento ya ha pasado varias veces por mi cabeza, pero en casi todas no lo toco a profundidad ni le doy muchas vueltas: todo sería más fácil para mi familia si yo no hubiese nacido.

Esa es la realidad. Pero no sería capaz de decírselo a mi madre porque no creo que sea justo con ella. Mi autoestima nunca había estado en un lugar tan subterráneo, es como si ya hubiera llegado a su límite más bajo, al lugar más profundo, y yo no pudiera cambiar esa forma de pensar. Lo peor es que las vacaciones ya comenzaron y tendré que quedarme encerrado en esta mugrosa casa (no estoy exagerando, la casa es horrenda), ya que nadie quiere salir conmigo y la mayoría de los chicos con los que hablo apestan y sólo quieren coger conmigo. Pero yo no quiero coger. No por ahora. O al menos no con ninguno de ellos.

Respecto a la casa horrenda, ese tema va incluido en la lista de razones por las que he deseado no haber nacido, puesto que sería más sencillo para mis padres encontrar una casa cómoda y a buen precio en la cual pudieran vivir sólo con mi hermana en caso de que ella fuera hija única. Es como si mi familia y yo estuviéramos destinados a vivir de esta forma por el resto de nuestras vidas. Y al parecer yo no puedo ayudarles a cambiar eso porque de alguna forma puedo decir que tengo una maldición encima. Bueno, creo que ahí sí exageré un poco, pero sólo quería ponerle algo de drama.